A veces la tristeza aparece sin avisar. No porque quiera dañarte, sino porque hay algo dentro tuyo que necesitaba ser sentido, reconocido o simplemente abrazado.
Durante mucho tiempo aprendimos a esquivarla, a disfrazarla con ocupaciones o sonrisas forzadas. Pero la tristeza no es una enemiga: es una parte humana, una emoción que pide descanso, silencio y un poco de ternura.
Cuando la reconocés, cuando le decís “te veo, sé que estás acá”, algo empieza a transformarse. Deja de ser un peso y se vuelve una visita temporal, que al irse deja espacio para la calma.
La próxima vez que la sientas, no te apures en echarla. Escuchala. Tal vez tenga un mensaje para tu alma.