Una Persona Despierta no intenta cambiar a nadie. Se vuelve tranquila, encuentra paz y trabaja en sí misma. Observa sus pensamientos, sus acciones y sus emociones: se observa cuando se enoja, cuando se deprime, cuando siente celos o envidia. Porque aunque esté despierta, sigue siendo humana.
Poco a poco reconoce: “Esto no soy yo. Esto es una ilusión, esto es una mentira, esto no es lo que quiero.” Entonces se transforma, ajustando su energía para atraer lo que verdaderamente desea. Ya no le importa lo que los demás piensen, sientan o digan. No se compara con nadie. No compite con nadie. Simplemente se observa a sí misma.
Nunca va proclamando que es la realidad absoluta, Dios o la conciencia. Sabe que sus acciones hablan más que sus palabras y deja que su ejemplo sea su mensaje, respetando el camino de los demás.
Una Persona Despierta comprende que la clave está en unir el TODO dentro de sí. Cuando la mente descansa en el corazón, deja de buscar identificación fuera y se conecta con el universo. Despertar no es solo abrir los ojos, sino abrir la mente y el corazón, llenándose de todo aquello que bendice e ilumina el alma.
Namasté
— Thierry Braye